Sí,
o
dices no
y
entonces el café se desliza por el telediario matutino repetido exactamente
igual cada media hora
como
anunciando lo que va a ser el día,
mañana
o el
resto del tiempo,
como
si el tiempo fuera tic tac
o
una fotocopiadora
como
si no pudieras tirar del cable del enchufe
y en
el silencio no sentirte incómodo,
laberíntico
a medida que creces en números medidos
o
simplemente tonto.
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