Ser bueno te hará dichoso, ser culto te hará libre. José Martí.

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martes, 30 de octubre de 2012

Camino Puricelli

     Desde Cercedilla podemos acceder a muchas rutas de senderismo, todas ellas interesantes e integradas en el Valle de la Fuenfría. En el Centro de Educación Ambiental, siguiendo la carretera principal hacia arriba y sin desviarnos que sale desde la estación de ferrocarril, podemos encontrar todo tipo de información y mapas de las rutas que queremos seguir. Los lunes y martes se encuentra cerrado. Siempre es útil y necesario estar bien informado de la ruta que seguiremos y del tiempo que nos hará para ir perfectamente pertrechados.
     El camino de Puricelli es uno de los más sencillos y cortos, más o menos hora y media o dos horas según el ritmo que llevemos, y está perfectamente señalizado con círculos azules oscuros en los árboles que jalonan nuestro recorrido. Apenas son 4 kilómetros, sin contar el trecho desde la estación de tren al Centro de Información, y la cota máxima no supera los 1287 metros, mientras que la mínima se queda en 1155 metros. No obstante, es un recorrido agradable que nos permite contemplar el bosque y atravesar arroyos como el de Matalobos y el de Coladillo del Rey. Idóneo para ir con niños. Su nombre se debe a que en 1931 se empezó a construir una carretera que uniría Madrid con Segovia, pero en 1936, con el comienzo de la guerra civil, la obra quedó paralizada. La empresa constructora se llamaba Puricelli, y de ahí la denominación actual de esta ruta de senderismo.
     Comenzaron mis pasos al revés de lo que recomienda el plano que en su momento me dieron en el Centro de información. Al bajar del tren, y después de tomar un café con leche en la cafetería de la estación y enfundado con mi fiel cámara de fotos, recorrí el andén hasta su final y atravesé un acceso de palos que indicaban el comienzo o final del camino. Ascendiendo en zig zag llegué a una pequeña explanada donde un árbol invitaba a sentarse en el banco que transcurre a sus pies, y dejando atrás unos escalones a una calle me adentré por el camino que surgía a  mano derecha. Al poco llegué a una señalización que hablaba del paseo Ródenas, ideado para comunicar la urbanización que tenemos un poco más arriba, y que forma parte de nuestra ruta. Continuando por el camino alcancé una gran roca a la que nadie ha podido quitar su señorío sobre la senda, mientras que un amenazador ruido de sierra eléctrica paralizaba los sonidos de la naturaleza haciéndola callar. Me adentré en una parte del camino cuyo techo lo forman las entrelazadas ramas de los pinos que arropan al caminante. El suave clima de mediados de octubre y el colorido explosivo del otoño, junto a la ligera humedad de la lluvia caída tan solo hacía un par de días, le daba a la ruta las sensaciones más placenteras que el caminar proporciona. Más adelante atravesé un cercado, síntoma de que podíamos encontrarnos con ganado vacuno, y testigo de ello eran las numerosas boñigas que debía sortear. A mano derecha los cercados delimitaban a idílicos caballos que pastaban tranquilamente ajenos al andar de los senderistas.
     Llegado un momento el camino deja su placidez sin grandes obstáculos y asciende a su cota máxima, para luego ir poco a poco girando a la derecha junto a otras rutas de senderismo que aquí se unen, atravesando algunos arroyos cantarines, salir del territorio vacuno, y llegar hasta el hospital del Valle de la Fuenfría. Desde ahí debemos coger un pequeño sendero que baja directamente hasta el Centro de Información, y donde podemos encontrar unos servicios y carteles informativos. Bajando por la carretera pasamos por el puente romano de la Venta, parte de la calzada que unía Segovia con Tulticia y que se mantiene en perfecto uso todavía, pese a remontarse al año 76-77 de nuestra era en época de Vespasiano como emperador, con su bóveda de un cañón, y llegamos a una fresca fuente que nos aliviará la sed con agua de la sierra. Poco después llegamos al pueblo y podemos descansar y esperar a nuestro siguiente tren hacia Madrid o Segovia.