EL PROBLEMA DE FELIPE VI ES RAJOY
El
nuevo rey ha heredado un problema parecido al que tuvo su padre. Aunque las
circunstancias y hechos son muy diferentes, en algunos aspectos no lo son
tanto. Juan Carlos alcanzó la corona en medio de una crisis económica que en
España, por el proteccionismo que Franco impuso, se cebó de una manera
alarmante. Por otro lado, su deber era reformar el rígido sistema anterior y
traer las formas democráticas que imperaban en Europa Occidental. Sin embargo,
el primer presidente que tuvo, casi forzado, Arias Navarro, solo caminaba al
aperturismo de manera aparente. En realidad, su objetivo era que nada cambiara.
Juan
Carlos tuvo que ganarse la corona. Los capítulos de la transición política, la
libertad de partidos, la Constitución sometida a referendum, las elecciones
democráticas y el falso golpe de estado del 23f, fueron los pasos que le
fortalecieron ante la sociedad española. En cierta ocasión, durante la
dictadura, Juan Carlos se atrevió a pedirle a Franco una apertura democrática.
Éste le contestó que él era Caudillo porque había ganado una guerra. Si ganaba
esa guerra por él. ¿Qué le quedaría?
Del
mismo modo, Felipe VI no puede conformarse con los “éxitos” de su padre. La
Constitución necesita una profunda reforma que la actualice en diversos puntos
que han quedado anticuados o son de una expresión tan difusa que necesitan una
aclaración. Y dicha puesta al día tiene que ser sometida a Referendum. Por el
contrario, y como le sucedió a Juan Carlos, Felipe tiene a un presidente,
legitimado por una mayoría absoluta, pero que no desea cambiar la Constitución
excepto el apartado del anclaje de Cataluña para que dejen de pedir la
independencia. Dicha postura no deja de ser muestra de una pequeña estatura
política y de una gran miopía con respecto a lo que la sociedad española reclama.
Felipe
VI, si quiere continuar como rey, debería ser el principal impulsor de la
reforma constitucional. Y solo si es votada por una mayoría tendrá cabida la
monarquía dentro de España. Los jóvenes líderes políticos como Pablo Iglesias,
Alberto Garzón o Pedro Sánchez vienen con impulsos renovadores, como ocurrió en
la transición de los años setenta. Por eso Felipe VI tiene un problema. La
vieja guardia del PP vive anclada al pasado. No solo se necesitan palabras para
cambiar, hay que cambiar.