Introducción
Capítulo primero. Ana y
Javier viajaron a Nueva York en el otoño de 2008 durante el apacible periodo
del Indian Summer. Para ellos, Nueva York era la ciudad de Woody Allen… formal, demasiado formal. Hay que ser más
crítico… Los intrépidos viajeros Ana y Javier viajaron a la corrompida
ciudad de los rascacielos, la ciudad corrupta del Padrino y la mafia, la comida
basura, el ruido del tráfico, la contaminación… suena a sermón típico y tópico. Es decir, quiero que guste a los
neoyorkinos. Comencemos de nuevo… La ciudad que nunca duerme esperaba a Ana
y Javier, se habían propuesto conocer a su admirado Woody Allen, y conocían
incluso la dirección de su casa y sus costumbres… patético, suena a película de psicópatas. ¡No somos asesinos! En fin,
reconozcámoslo ¡quiero vender libros!... Ana y Javier, enamorados, viajaron
al escenario natural de las maravillosas películas de Woody Allen. Un lugar
ideal para amarse, hacer el amor… ¡sí!
Esto me gusta… y pasear al son del jazz en la ciudad que ellos siempre
veían en blanco y negro.
Suena apoteósicamente música de George Gershwin.
Ahora en serio. A finales de septiembre del año
2008 hicimos el viaje que más nos apasionaba realizar, casi única y
exclusivamente por los films de Woody Allen. Durante nueve días, recorrimos
todos los escenarios de nuestras películas favoritas, no solo de Allen sino también de otros muchos
largometrajes, que logramos situar en su contexto real, y otros que encontramos
sin proponérnoslo, pero es que hay tantos ya, que resulta muy difícil caminar y
no encontrar alguno que, de repente, nos sonara como lugar donde se rodara una
escena. Y ya que sabíamos donde Woody Allen toca los lunes por la noche con su
banda de jazz, ¿por qué no ir a conocerlo? Aunque sólo fuera para verlo de
lejos. Y, ni cortos ni perezosos, eso hicimos.
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