No
somos Ícaros de alas excavadoras
ni
en las cicatrices del viento se fabrican hombres afilados.
No
nos iremos a los hongos de la sed
ni
beberemos de las acequias en sombras.
No
soñaremos más en subterráneos
ni
leeremos más libros en el tiempo prensado.
Somos
la clorofila de los laberintos
y aspiramos
a la sintaxis de un árbol.
No
iluminéis la voz con antorchas sin versos
y
que la lluvia sacie nuestra piel de caricias.
Que
no nos digan cómo unirnos,
cómo
abrazarnos en la frontera del reencuentro,
que
sabemos cómo huelen lo besos libres
y el
perfume del universo se extiende
sin
tocar las cenizas de lo que se acerca demasiado al sol.
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