Pensar
como los árboles.
Como
el viento en el dédalo de la yema de los dedos.
Alzarse
por encima del calor de un rayo
y
descender cual lluvia.
Pensar
en el silencio de los gritos
sus
posibilidades polimórficas.
Elegir
entre las ramas la del fruto
y
comer esa voz.
Decidir
como las rocas su oleaje.
Cantar
gaviotas y escribir cangrejos.
Quizás
el fondo no esté en las cumbres
sino
en llegar.
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