Mantén
la calma.
Date
la vuelta.
Apuntan
hacia ti las calles.
Camines
donde camines no hay farolas que alumbren
como
deseas.
Deslumbran
los escaparates
y
los ruidos provienen de las bolsas maulladas de basura.
Llueve
o quizás no llueve,
depende
de ti.
Las
persianas izadas o cortinas a toda vela.
Alcantarillas
que suenan a río
y
lo demás silencio
como
solo la noche sabe cincelar su silencio.
Entonces
tú
desenfundas
un revólver y disparas contra esas avenidas que te apuntan.
La
oscuridad posee la invisible ternura de no dejarte ver la verdad.
Entras
en el metro:
eres
uno más
que
ha visto en un charco la pisada repetida.
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