Se irán las golondrinas de Bécquer a quemar
todo el cielo de azul
y los besos del alba, confundidos,
se escaparán por miles entre las calles nómadas
del repetir.
El "divino tesoro" de Rubén
buscará una estrella rock
para tener un dios que sea más defectuoso
y pinte el cielo quemado de azul
de éxtasis neroniano.
Y el poema quedará:
estribillo, sin ganas, perfumado
de belleza, vacío.
Mientras un guitarrista de rizos indomables
tendrá Bécquer, tendrá Darío en su púa de melancolía.
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