Ser bueno te hará dichoso, ser culto te hará libre. José Martí.

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lunes, 2 de noviembre de 2015

Nueva Zelanda campeona del Mundial de Rugby

     Sería finales de los ochenta cuando por primera vez vi un partido de rugby. Se jugaba el torneo de las Cinco Naciones en aquellos domingos de la segunda cadena de continuas retransmisiones de los más variopintos deportes. Así supe que el fútbol y el rugby procedían del mismo tronco común y se separaron por cuestiones de gusto. En alguna ocasión vi también un partido de los Barbarians (una selección de los mejores jugadores del hemisferio norte europeo) contra el combinado de Nueva Zelanda, que se bastaba ella solita para merendarse a los fundadores del rugby. Lo que veía me fascinaba. Todo era muy diferente de lo que estaba acostumbrado pero emocionante y noble pese a la aparente brutalidad de los partidos.
     Con la llegada de los nuevos canales de televisión se perdió un poco la objetividad de retransmitir en abierto las competiciones minoritarias, porque en España seguíamos sin ver el atractivo por un deporte sí, de fuerza, pero también de colaboración, estrategia y táctica. A mediados de los noventa volví a ver algún encuentro ya en los mundiales. Pero me decepcionó ver el continuo recurso del drop (tiro lejano que ha de meterse entre los altísimos postes) y lo poco que se jugaba "a la mano" como años atrás había visto.
     Ahora, en este último Mundial, de nuevo he podido seguir algunos partidos y me ha emocionado reencontrarme con un deporte que sin duda ha evolucionado mucho. Se ha profesionalizado. Se ha vuelto a jugar más para buscar los ensayos. Pero de nuevo la enorme superioridad del hemiciclo sur ha quedado patente copando las semifinales. Nueva Zelanda ha ganado porque son una selección fantástica que juega al ataque con un coraje y decisión encomiables. Casi les molesta tener que defender pero cuando necesitan imponerse no hay quien les supere. El Mundial ha sido justo con los mejores, cosa que no siempre sucede.
     Pero lo que más me ha impresionado son las diferencias arbitrales. Lejos de despreciar a la tecnología han optado por usarla. Cuando el árbitro solicita que se revise una jugada conflictiva se para el partido hasta que se dictamina lo que es justo. Los colegiados, además, llevan un micrófono de modo que todo lo que dicen es escuchado en directo, además de lo que puedan decirle los jugadores, pero éstos tienen prohibido dirigirse a él, y lo acatan... solo los capitanes pueden hablarle y lo hacen con tranquilidad y respeto. En los vestuarios, al modelo americano, también hay cámaras grabando. Esto no evita que se produzcan errores. Y si no que se lo digan a Escocia, la más brava de las selecciones europeas en este campeonato, que no doblegaron a los sudafricanos por un polémico final cuando el árbitro no vio un violento placaje sin balón y acto seguido concedió un penalti en contra de los escoceses que si hubiera sido examinado por televisión probablemente hubiera acabado en melé y victoria escocesa. Se merecieron ganar por bravura aunque siendo justos los australianos son mejores aunque fueron víctimas de sus propios errores. Lo que molestó a los escoceses no fue que el árbitro se equivocara sino que se fuera corriendo sin darles la mano. El rugby es un deporte de forzudos gigantes pero también caballerosos. Por supuesto, nada de esto hubiera evitado la victoria final de Nueva Zelanda que han demostrado en cada partido un pundonor envidiable.
     Si el fútbol apenas evoluciona en el estamento arbitral se debe al inmovilismo de unos pocos dirigentes de la Fifa más pendientes de controlar lo que sucede en la cancha que en dejar que se haga justicia. Y algunos solo controlan sus cuentas bancarias.

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